jueves, 6 de marzo de 2008

34.- Reflexiones del mes de Marzo

Al llegar el mes de marzo, se repite con religiosidad, quizás una de las ceremonias mas trascendentes de nuestra vida como es la del internamiento en el CMFB., Cuando después de haber aprobado los rigurosos exámenes de ingreso, nos dan la relación de implementos que tenemos que llevar al colegio, esto es dos colchas, 4 sábanas, 2 fundas de almohada, buzo azul, juegos de ropa interior, camiseta de deporte, maletín, cremas cepillos, frazadas, etc. Etc. Todo con determinadas características y que llenaban la funda de colchón, que usábamos como deposito, y había que trasladar del Patio de Honor a las cuadras. Creo que “Papá Noel” usa bulto más chico y menos pesado y esto a los 13 a 15 años es cosa seria.

Seguro todos tenemos recuerdos parecidos conocimos al Sub-oficial de Sección, nuestro ropero, nuestra cama, nuestro fusil y todo lo que en adelante tendríamos que cuidar. Se nos entrego nuestros primeros uniformes, una casaquita azul, para luego ponerle los botones dorados.

Ya cambiados y devuelta la ropa de civil a los familiares. La noche se hizo presente.

Había que marcar toda las prendas, coser los botones, y eran tantas marcas con reborde y que en el centro llevaba el año de estudios, la sección militar y el número de orden, todo con hilo azul en trozo de tela blanca, de tal dimensión, cosida a cada una de las prendas, hasta a la cristina, y el calzoncillo … … ¡ Que trabajo ¡, para quien en la vida había agarrado una aguja y si la conocíamos, era porque nos habíamos punzado. En fin había que hacerlo, sin el dedal ni el foco de nuestras abuelas. Las cuadras, eran verdaderas fabricas de confecciones y con que calidad. Habíamos inventado los nuevos números, de trazo recto, el 2 el 8 o el 3 de forma recta y la puntada larga, cuanto mas larga mejor, y si teníamos la aventura de poner nuestras iniciales o nuestro nombre, ya era un acto de heroísmo, puesto que había que repetir hasta en la cristina. Seguro que si existía “Gamarra” nos contrataban al toque… En fin sobrevivimos.

Llego la hora del primer rancho, impactaba el tamaño del comedor y la bulla que hacíamos y el de la vajilla que menos mal que era de fierro.

Ya de regreso alas cuadras aprendimos que las camas se tienden de diferente manera y además sobre la colcha debe revotar cualquier moneda, que la almohada tiene ángulos rectos que en los dormitorios no se usa radio y en los roperos tampoco hay espejos, en fin será de acostumbrarse, y que tal si en esa época nos suprimían el televisor, el celular, el i-Pod, el cable, la computadora, y todo cuanto actualmente se acostumbra a tenerlo casi como parte de nuestro cuerpo, puesto que nos relaciona, nos informa, nos distrae, o nos ayuda.

Aprendimos desde el primer día, que las dificultades son superables, aun las, casi imposibles, por ejemplo, para la época en que se cuidaba meses para que el pelo estuviera largo, para que vayamos donde “media luna” y en un zzass nos afeite todo. Y nadie podía cabrearse.

Se podría seguir escribiendo mucho más pero por el momento la intención es solamente recordar estos rituales que casi con religiosidad se ha venido repitiendo por más de medio siglo.

Ya pasó todo, y a pesar seguro estaríamos dispuestos a repetirlo aún si las dificultades aumentáran.

Un abrazo.

Eduardo Núñez

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