lunes, 3 de octubre de 2016

671-Sentido homenaje que hace nuestro compañero René Rodriguez a Marito Aragón Fernandez

Mis recordados compañeros de la VIII promoción del CMFB:

Sí mis hermanos, ayer el Cielo estuvo de fiesta grande por la llegada de Mario, nuestro compañero de niñez y primeros años de juventud. ¿Se acuerdan cuando Mario cantaba unas hermosas rancheras que alegraban nuestras noches cuando estábamos castigados? El cadete Mario Edgar Aragón Fernandez era un muchacho serio, estudioso y buen contador de chistes. Definitivamente quienes acompañaron presurosos a San Pedro para abrirle la puerta fueron sin duda Coco Paz, Popeye Berckholtz y demás compañeros de la VIII que nos precedieron. Me imagino que después de abrazarlo le pidieron que les cantara una ranchera de esas que tan bien entonaba. Obviamente, nuestro Brigadier General Willy Claros formó parte de la comitiva de recepción y fijo que emocionado dijo el discurso de orden que tal vez el Flaco Hidalgo le ayudó a preparar. 

Desde allá arriba, en la Casa del Padre Nuestro, todos ellos nos están mirando y seguramente diciendo que nuestras mochilas de jóvenes soldados del CMFB cada día tienen menos peso y que el compás de nuestra marcha es más lenta; es normal pues la llegada a la casa del Padre se vislumbra en nuestro horizonte, para unos de nosotros más cerca, para otros más lejos. Que la partida de nuestro “Chivito” nos haga recordar que todos algún día desfilaremos para allá.

Hermanos del CMFB, esto que estoy tratando de prefigurar con palabras y frases son mucho más que artilugios literarios, porque creo firmemente en la victoria de Jesús sobre la muerte y por ello es que se los manifiesto y testimonio: el Chivito Aragón sin duda alguna está en el Cielo pues su bondad y dedicación a su familia dan fe de ello. Yo lo se, pues fuimos compañeros tanto del Colegio San José como del Colegio Militar; además cultivamos nuestra amistad, personal y familiar, durante poco más de sesenta años.

No he rezado esta mañana por el Chivo, ni lo haré, pues no lo necesita. Más bien le he pedido a nuestro hermano Mario, ahora residente permanente en el Cielo, que abogue por nosotros y conforte a su esposa Martitha y a sus hijos y nietos.

Con el afecto de siempre y con los recuerdos aún frescos de nuestros 55 años de egresados los abraza con emoción

René Rodriguez Heredia 

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